En cada instante experimentamos algún tipo de emoción o sentimiento.
Nuestro estado emocional varía a lo largo del día en función de lo que nos
ocurre y de los estímulos que percibimos. Otra cosa es que tengamos siempre
conciencia de ello, es decir, que sepamos y podamos expresar con claridad que
emoción experimentamos en un momento dado.
Las emociones
son experiencias muy complejas y para expresarlas utilizamos una gran variedad
de términos, además de gestos y actitudes. De hecho, podemos utilizar todas las
palabras del diccionario para expresar emociones distintas y, por tanto, es
imposible hacer una descripción y clasificación de todas las emociones que
podemos experimentar. Sin embargo, el vocabulario usual para describir las
emociones es mucho más reducido y ello permite que las personas de un mismo
entorno cultural puedan compartirlas. En la siguiente tabla se muestran algunas
tanto en sus vertientes positivas como negativas:
La complejidad
con la que podemos expresar nuestras emociones nos hace pensar que la emoción
es un proceso multifactorial o multidimensional. Uno siempre tiene la impresión
de que le faltan palabras para describir con precisión sus emociones. Pero debajo de esta complejidad subyace un
factor común a todas las emociones: cada emoción expresa una cantidad o
magnitud en una escala positivo/negativo. Así, experimentamos emociones
positivas y negativas en grados variables y de intensidad diversa. Podemos
experimentar cambios de intensidad emocional bruscos o graduales, bien hacia lo
positivo o bien hacia lo negativo. Es decir, toda emoción representa una
magnitud o medida a lo largo de un continuo, que puede tomar valores positivos
o negativos.
En el lenguaje cotidiano, expresamos nuestras
emociones dentro de una escala positivo-negativo y en magnitudes variables,
como "me siento bien", "me siento muy bien", "me
siento extraordinariamente bien" (intensidades o grados del polo positivo)
o "me siento mal", "me siento muy mal", "me siento extraordinariamente
mal" (intensidades o grados del polo negativo). Según sea la situación que
provoca la emoción, escogemos unas palabras u otras como 'amor', 'amistad',
'temor', 'incertidumbre', 'respeto', etc., que, además, señala su signo (positivo
o negativo). Y según sea la intensidad de la emoción escogemos palabras como
'nada', 'poco', ' bastante', 'muy', etc. y así, componemos la descripción de
una emoción. Decimos, por ejemplo, "me siento muy comprendido"
(positiva) o "me siento un poco defraudado" (negativa). En
consecuencia, podemos reconocer en toda emoción dos componentes bien
diferenciados. Por un lado, un componente cualitativo que se expresa mediante
la palabra que utilizamos para describir la emoción (amor, amistad, temor,
inseguridad, etc.) y que determina su signo positivo o negativo. Por otro lado,
toda emoción posee un componente cuantitativo que se expresa mediante palabras
de magnitud (poco, bastante, mucho, gran, algo, etc.), tanto para las emociones
positivas como negativas.
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